Bibliografia Ferroviaria Italiana

 

Treno 8017. Il più grave disastro ferroviario italiano

 

Articolo di Juan F. Marguch, pubblicato in "La Voz del Interior On Line", 2 marzo 2001

 


 

La Voz del Interior On Line
Córdoba, Argentina, Viernes 2 de marzo de 2001

 

El tren de la muerte

 

Juan F. Marguch

 

Las estadísticas del minucioso World Almanac consideran al descarrilamiento acaecido en Modane (Francia), el 12 de diciembre de 1917, como la mayor tragedia ferroviaria de la historia: 543 muertos. Inmediatamente después se ubica el drama del llamado "Expreso del Mercado Negro", que corría entre Nápoles y Lucania, ocurrido el 2 de marzo de 1944, que causó 523 víctimas. Un descarrilamiento es un percance que encaja perfectamente en la lógica de un servicio ferroviario. Lo que sucedió con el Espresso della Borsa Nera pertenece al inventario de las fatalidades que acechan al ser humano para recordarle la patética fragilidad de su destino.

En marzo de 1944 ya todo estaba dicho para Italia, que volvía a ser, como en tiempos del Renacimiento, escenario de duras batallas entre ejércitos extranjeros. Desde Roma al norte, dominaban los alemanes; desde el sur avanzaban hacia Roma las fuerzas aliadas. Tomada en el fuego cruzado, la población civil sufría lo indecible. Los sistemas de producción de alimentos estaban descalabrados, y por entonces se carecía hasta de lo elemental para subsistir. Los estadounidenses habían llegado a Italia y con ellos la llamada "guerra del hombre rico", es decir, la abundancia virtualmente inagotable de sus arsenales y almacenes, sobre todo de sus cocinas. Los imaginativos habitantes del sur de la península, que durante milenios habían visto llegar ejércitos extranjeros (griegos, cartaginenses, árabes), desarrollaron todo un arte de la supervivencia.

Tan pronto como los aliados redujeron la resistencia alemana y reanudaron su avance hacia el norte, los napolitanos organizaron un muy activo mercado negro de alimentos, abasteciéndose en los depósitos estadounidenses, que saqueaban con la pericia que perfeccionaron a lo largo de los siglos. Era, como suele suceder en Italia, donde el límite entre la legalidad y la transgresión se difumina merced a la benevolencia (e interés) de las autoridades, un mercado negro a la luz del día.

Todas las noches partía desde la estación central de Nápoles hacia Lucania un tren expreso. Prácticamente todos sus pasajeros se dedicaban a la compraventa ilegal de alimentos. Los aliados, que ocupaban la ciudad partenopea, dejaban hacer, porque sus habitantes ya habían padecido demasiado, y hubiese resultado excesivo que se les infiriese el castigo adicional del hambre. Los pequeños napolitanos tenían derecho, después de tanto horror, a los chocolates y caramelos que guardaban los depósitos milagrosamente inagotables de los americanos. Ni hablar de la carne y otros alimentos de sustento para los ancianos y los enfermos y los convalecientes de las heridas de guerra.

En la noche del 2 de marzo de 1944, partió de Nápoles el tren 8.017, con 520 pasajeros y la tripulación habitual del convoy, que era impulsado por dos locomotoras de vapor, que habitualmente tiraban sin problema de las 500 toneladas de máquinas y vagones y viajeros. Pero en esa ocasión el servicio estaba excedido de peso en una docena de toneladas. En jornadas de frío no muy intenso, aquello no habría constituido problema, pero ese invierno era muy duro, y algunos tramos de los raíles estaban helados. En tales circunstancias, la potencia conjunta de las locomotoras no bastaría para superar el riesgo de que las ruedas girasen sin tracción.

El viaje discurrió sin dificultades hasta que se acometió la travesía de la cadena de los Apeninos. Pasada la estación de Balvano, el tren ingresó en el sector de los túneles. Aunque se hallaban en subida, cruzó los dos primeros sin dificultades. Poco después se internaba en el tercer túnel, que tenía una extensión de casi cuatro kilómetros y seguía una trayectoria en forma de letra S, siempre en ascenso. Dos horas más tarde, desde la estación de Bellamuro se comunicaba a Balvano que el tren 8.017 no había llegado y se pedía información de las causas de la demora. Alrededor de una hora más tarde, el personal de Balvano pudo detener al tren 8.025, cuya locomotora desenganchó para poder llegar hasta el túnel.

El "Expreso del Mercado Negro" estaba detenido en el interior del tercer túnel, salvo el vagón de cola, que quedó fuera de la galería. Michele Palo, que en ese momento se encontraba en ese vagón, se extrañó de la prolongada detención, se abrigó y se dirigió hacia la locomotora, pero no necesitó caminar mucho para darse cuenta de que algo terrible había sucedido. No pudo escuchar una sola voz humana. Rápidamente, regresó a la salida y comenzó a correr hacia Balvano, a unos tres kilómetros de distancia. Arduo fue hacerlo en la oscuridad de la noche y en un terreno montañoso, iluminándose tenuemente con un farol de señales. Llegó a la estación cuando la locomotora del 8.025 se ponía en marcha hacia los túneles. Palo, jadeante y desesperado, informó a sus compañeros que todos los ocupantes del 8.017 estaban muertos. Los había matado el monóxido de carbono despedido por las locomotoras.

Las investigaciones que se realizaron permitieron establecer que las ruedas comenzaron a patinar en las vías heladas, por cuya razón los maquinistas intentaron acelerar la marcha, a pesar de hallarse en pendiente. Para ello, requirieron de los fogoneros que echasen más carbón en la caldera. En vano. El tren no se movía. Hubiese resultado más simple descender para salir del túnel, pero la decisión de seguir adelante fue fatal. La galería se llenó de humo y, como casi todo el pasaje estaba durmiendo, pasó suavemente del sueño a la muerte. Seis de los 522 pasajeros salvaron sus vidas; uno de ellos había bajado en Balvano para desentumecerse y, para protegerse del frío, cubrió su rostro con una bufanda, volvió a su asiento sin quitársela y tan pronto comenzó a toser, apretó la bufanda contra su nariz y boca, descendió nuevamente y trastabilló hacia la salida. Increíblemente, volvió a subir al tren, esta vez al último vagón, y allí fue encontrado desmayado. Otros cinco sobrevivientes huyeron antes de la llegada de los equipos médicos y de la policía, temerosos de ser detenidos por sus actividades en el mercado negro...